
Qué decir de los andenes del metro. Recuerdo llegar un verano a una entrevista de curro con la camisa hecha unos zorros, de una manera que haría palidecer al mismísimo Camacho y dejaría sin argumentos a la señora del futuro del neutrex ultraconcentrado. Obviamente no me dieron el trabajo, pero si me recomendaron para una ducha. No hay desodorante que aguante un viaje nervioso o con prisas por el metro de Barcelona, todos huyen como ratas del fuego ante la exigencia de la prueba.

Otro tema polémico es la moda veraniega. Es casi una no moda, porque cada vez se lleva menos ropa. Por lo general no tengo ninguna queja en este aspecto, pero es cierto que contribuye a aumentar la temperatura hasta cotas insospechadas, que harían saltar las alarmas de fuego de cualquier oficina. Pasear por el centro de Barcelona o el Paseo Marítimo, por ejemplo, genera el 90% de las urgencias de varones en la sanidad. Estrabismo, locura o rotura del trapecio (que es el músculo del cuello) son algunos de los casos más comunes. Hay quien se desangra, pero son los casos más graves.

Para dormir la técnica consiste en moverse poco, como un león a la sombra en el infierno de la sabana africana cociéndose al sol, solo que en éste caso el infierno es tu propia sábana y darse una vuelta puede ocasionar que la cama pase de páramo ardiente a sima oceánica. Hay que dominar el arte de crear corrientes de aire en tu casa y confiar en no pillar uno de esos estúpidos resfriados de verano por dormir con el culo al aire o levantarte por la noche a masticar cubitos. Y si lo pillas, que sea el lunes, no el viernes.

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