miércoles, 8 de junio de 2011

Basado en hechos fecales

Que levante la mano el que no haya sufrido algún episodio de laguna mental tras una noche de alcohol y desenfreno. Alguno habrá, que duda cabe, pero entre las legiones de amistades de alguien que escribe en un blog y lleva gafas de pasta no, no hay nadie.

Mi historial cuenta con selectos y variados ejemplos, en donde están representadas algunas de las clases más típicas de fuga de cerebros por saturación alcohólica, incluyendo de las que dejan secuelas físicas, de las que no, las de luces y colores y alguna de las galácticas, del tipo agujero negro supermasivo.

Pero no vamos a hablar de casos puntuales, sino de cómo son esos momentos de incertidumbre máxima, cuando te reencuentras con aquellos que estaban presentes en esos momentos. Puede ser que tu sepas que estaban o no, incluso puede ser que fueran ebrios, megaebrios o peor que tú mismo, pero eso no lo sabes porque no te acuerdas ni de ti mismo.

Para no enrollarse, vamos a poner un caso del tipo más común, que consiste en despertar en la seguridad del hogar, solo para descubrir que tu cabeza está de crucero por el mismísimo abismo. Con suerte no tienes que ir a currar ni nada, y además no has despertado en un lugar inhóspito ni desconocido. En peores plazas hemos toreado.

Por regla general, si no recuerdas nada tienes altas probabilidades de haberla liado entre poco y parda, pasando por bastante. Si además eres reincidente, como yo, y tienes alguna gotera en algún brazo o pie cuya causa no puedes recordar, incluso temes el encuentro con tus sufridas amistades.

Te sueles presentar con la mejor de tus sonrisas, que depende mucho de tu edad partida por los días que han pasado (Si tienes 30 y han pasado varias horas, vas con la mala cara fijo). Te acercas estudiando sus rostros en busca de pistas que te indiquen la gravedad de tus hechos y sus posibles repercusiones. Si tus heridas no son muy graves, tu entrada provoca risas generalizadas.

Al cabo de un rato de contagiosas carcajadas comienzas a pensar que estaría bien saber de qué se ríen realmente. Estiras del hilo y ciertas frases y relatos empiezan a atravesarte la mente como flashbacks. Es probable que recuerdes con relativa fiabilidad hasta algún momento concreto que, sumado a los fotogramas que vas recopilando te ayudan a ir montando la película de la noche. Aún así será del género misterio, con toques de humor si tienes suerte. Puede llegar a ser gore o puede salir Chuck Norris como secundario de lujo.

Aunque llegues a hacerte un idea bastante clara de los hechos, siempre guardas un pequeño resquemor que te dice "¿De verdad yo hice/dije eso?", imposible, exageran fijo. Pero tus enmarañados recuerdos se empeñan en darles la razón más bien a ellos y si encimas has coleccionado alguna cicatriz, pues ya debes claudicar ante la versión más probable de la cruda realidad, que es la que te cuentan.

Bebérselo todo no es pecado.

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